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Doña Zorra se pasaba el día presumiendo de ser muy rápida. Era un castigo oírle siempre la misma canción. Harta ya de tal estribillo, Doña Rana le gritó en voz alta:
- ¡Bah! No hace más que hablar y hablar. Yo soy más rápida que usted y, para demostrárselo, le desafío a una carrera.
La zorra, sonriendo con desprecio, aceptó la proposición de Doña Rana. Comenzó la carrera y, sin que Doña Zorra lo advirtiera, Doña Rana saltó sobre su lomo. Así fueron avanzando metro tras metro.
De vez en cuando, Doña Zorra, muy segura de sí, volvía la cabeza, tratando de comprobar la ventaja que sacaba a su rival. Al no ver a la rana, suponía que la había dejado muy atrás; por eso no se esforzaba mucho.
Poco antes de llegar a la meta, Doña Rana dio un tremendo salto y cayó justo sobre la línea de meta, unos metros por delante de Doña Zorra quien, sorprendida, no podía dar crédito a lo que veía.
Mientras la zorra consumía sus últimos metros de la carrera, Doña Rana le gritaba desde la meta:
- ¡Amiga Zorra! Hace rato que la estoy esperando. No comprendo cómo es usted tan lenta.
Doña Zorra se fue con el rabo entre las patas. Su presunción había sido castigada.
extraido de fabuleando.com
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