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Las ranas eran aves de cuatro alas
que volaban más alto que las nubes.
Su largo plumaje era la envidia de los faisanes
y su canto un hechizo para las mariposas; sin embargo eran infelices
pues deseaban sumergirse en el reflejo de la luna
y crear burbujas con su aliento.
Una noche, una rana muy valiente
se despidió de las estrellas y de un clavado inició su vuelo bajo el agua.
Todas sus amigas la siguieron, entusiastas,
y fue así como las ranas se volvieron expertas en los secretos de los pozos
y en el arte de pintar la superficie con pececillos de colores.
Por desgracia la humedad las enfermó
y pronto comenzaron a estornudar y a perder plumas.
Su hermosa voz se volvió ronca
y de tanto sonarse se les cayó el pico
y se volvieron verdes y pegajosas.
Su gran logro: respirar bajo el agua, no les bastó como consuelo.
Aún hoy miran durante horas el cielo y sollozan.
Alberto Forcada
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