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LA RANA, LA PALOMA Y LAS ESTRELLAS...


Había una vez una rana, verde ella, con los ojos grandes y con una hermosa voz. Cada noche era su afición cantarle a las estrellas. Los habitantes del pantano le admiraban y le decían que no había tan buen cantante como él.

En las mañanas, él entrenaba saltos, y cada día saltaba más alto con el fin de ver a las estrellas más de cerca, quería percibir su luz, quería que ellas lo escucharan cantar. Uno de esos días lo escucha una paloma que recién había llegado al lugar, le llamó la atención el canto de la rana, que en las noches halagaba con su canto a los luceros de la noche.

Entonces la rana vio a la paloma y se quedó prendado de ella. Le admiraba porque podía, sin esfuerzo alguno, estar más cerca de las estrellas, mientras que la paloma admiraba en él su talento para crear armonías con su voz. Juntos pasaban noches enteras cantándole a la luna, él saltando más alto para llegar a ella, mientras que la paloma volaba un poco más bajo de lo normal para disfrutar la compañía del anfibio.

De repente, la rana cambió y comenzó a cantar mejor de lo que había hecho a las estrellas: le empezó a cantar a la paloma. Cuentan los del pantano que no hubo melodías más hermosas cantadas en mucho tiempo, mientras que la paloma, desde su nido, llegó a quedar conmovida de la belleza del canto de la rana, tanto que en algún momento consideró volverse rana también, y cantar junto a él en el pantano.

Ella pensó: “pero yo soy una paloma, y el es una rana, yo atravieso a los cielos y mis plumas me llenan de belleza. Él se regodea en el fango, intenta volar pero sabe que no puede como yo… además es una rana”.

Desde ese entonces a ella ya no se le veía de noche en el pantano y el canto de la rana empezó a ser más triste, tanto que las estrellas se ocultaban, porque no quería escuchar tan triste y pesada melancolía que había en los cantos de la rana. El cielo se unió en el dolor del anfibio, tanto que llovió 40 días enteros, con sus noches, hasta que el pantano creció en gran medida.

El creyó que jamás volvería a ver a la paloma…

Hasta que un día, la paloma se apareció en el pantano, tan radiante y jovial como la rana la recordaba; pero esta vez no venía sola, la acompañaba un palomo con quien volaba. Se veía tan feliz, se notaba a leguas que ella estaba enamorada, y sus ojos no vieron a la rana de la misma manera. En la noche, a un lado del pantano, en donde pusieron su nido provisional, justo antes de retirarse hacia el sur, las palomas, en señal de su amor, le cantaron a las estrellas, la paloma cantaba como sólo ella sabía hacerlo, pero el palomo tenía una voz espantosa, tanto que la rana que quería cantar a las estrellas se calló y se fue a dormir a la orilla del pantano.

Ese canto atroz no lo dejó dormir…

De mañana, la rana le pregunta a la paloma: “por que te fuiste y me dejaste por alguien que canta feo, pensé que te gustaba mi voz”. A lo que la paloma le respondió: “A él el cantar feo se le puede quitar, pero ser una rana es algo que a ti jamás se te va a quitar, tú no podrás llegar tan alto como yo”.

Y las palomas se fueron juntos hacia el sur, abandonando aquel pantano.

Desde aquel entonces la rana ya no le quiere cantar a las estrellas...

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